CRÓNICA MARATON NY - "Mi mejor sueño"


Maratón NY 2018 - "Mi mejor sueño"


Como caído del cielo me llego el regalo y privilegio de poder correr la maratón de New York, “La Maratón”. Desconozco si hay otra mejor o no, pero a día de hoy, es la reina de todas ellas por fama y repercusión. Una serie de circunstancias y algo de suerte hicieron posible mi gran sueño y aprovechando unas vacaciones familiares allá que fui.


Mi estado y situación no era el ideal para ello, pero el poder atractivo de la misma y la ocasión única de poder participar en ella, me hicieron tirarme desde lo alto de un rascacielos y lanzarme al vacío sin pensármelo ni un minuto.
Llego el día de la recogida de dorsales (fui con la familia el jueves a primera hora para quitarme una cosa más de en medio y desconectar hasta el domingo 4, día de la prueba) y después de llevar de vacaciones por la ciudad ya cinco días pateando sus calles y conociendo sus miles de encantos, comenzaron los nervios y las preocupaciones.
Primeramente, miedo escénico a la magnitud de la misma (miles de corredores, traslados, idioma…), miedo a afrontarla en soledad (normalmente voy acompañado de algún amigo, aunque vayamos con distintos objetivos) y miedo a mi estado físico. Cada día que pasaba estaba más cansado y dolorido, las piernas muy pesadas y la espalda echa un cuatro, pero por ello, no podía hipotecar otro día mas de las vacaciones familiares para descansar, a parte del de la prueba en sí. Así que tocaría hacer lo que se pudiera y vivir la experiencia.



Llego el día clave, domingo 4, 5h de la madrugada (le ganamos una horita del sueño al reloj por el cambio de hora esa noche, yuhuuuuu) y tras respirar ya por la ciudad ambiente de evento, fue esa madrugada al salir del hotel cuando me di cuenta de verdad de donde me había metido y de la fuerza social de dicha prueba.

La ciudad estaba ya despierta, cientos de corredores andando de aquí para allá, helicópteros, policía y mucha más gente trabajando para ello, por nosotros y por su ciudad. La maratón es un símbolo de todos ellos y del cual, de una manera u otra, todos quieren formar parte porque se sienten parte de ella.
Tras desayunar y vestirme, salgo con prisas, nervios y algo bloqueado por ello, hacia el hotel donde había quedado con el resto de corredores para nuestro traslado colectivo a la línea de salida. Como os digo los nervios y la noche estuvieron a punto de jugarme una mala pasada, me desoriente en el mapa y me toco hacer un precalentamiento por las calles adyacentes para no perder el bus que me llevaría a la salida, imaginar el momento…
El traslado fue cómodo pero muy largo (al final lo agradecimos, hacia fresco y la espera en la “start village” fue así más corta) había muchísimo tráfico y retenciones (la gente aprovecha para cruzar a la gran manzana, o salir de sus barrios a primera hora, ya que después, cortan el tráfico en varios puntos dejándolos casi incomunicados durante unas cuantas horas).

En el transcurso del mismo, compartimos impresiones y sensaciones entre todos, y una vez allí en la zona de espera (“start village”), tras pasar el control policial, cada uno nos dirigimos a nuestras zonas por colores de dorsal. La organización impecable, no faltaba de nada y la atención al corredor era casi a nivel particular.

Aproveche pues para desayunar otro poco, descansar e ir al baño y casi sin darme cuenta aturdido por todo, se me había pasado el rato de espera en soledad y ya era la hora de irse adentrando a la salida por número(wave) y letra(corral). El dorsal de esta maratón es como un catecismo, lo pone todo en él, traslado, familiares, ropa de abrigo al final o bolsa, cajón de salida, nombre….Espectacular!!! una muestra más de la calidad organizativa de la prueba.
Ya estoy en capilla, suena a capela el himno nacional y me despojo de la ropa de abrigo y la lanzo al sitio destinado a recogerla para aprovecharla para los más necesitados. Tras la salida de los pro, salimos todos tras ellos a correr para ver si los cogemos ja ja ja.


El ambiente es brutal, todos nos deseamos suerte en nuestro idioma o con simples gestos de estima, andamos unos metros y empezamos suavemente a trotar por el interior del puente que comunica Staten Island con Brooklyn, en el, la carrera arranca por tres sitios paralelos para evitar aglomeraciones y embotellamientos, es en la milla 8 cuando la carrera se unifica en una sola vía o trayecto (otra cosa reseñable positivamente para mi).
Yo ya me ando con cámara en mano grabando lo que puedo y como puedo, entre tanta gente y que no he cogido ritmo ando forzado para ello. El primer km es lento para mí, a 6´30´´pero rápidamente se me va de las manos y corro por sensaciones. Creía tenerlo controlado teniendo en mi reloj simplemente la pantalla con las pulsaciones, pero el ritmo por km se me fue de las manos con la alegría de estar allí disfrutando de ello y el subidón de adrenalina por el ambiente del publico animando sin cesar se hace notar.

¡Las millas van pasando por Brooklyn, en el, se divisa un cordón de gente interminable dispuestos a chocar su mano contra la tuya y desearte toda la suerte del mundo sin importarles tu nacionalidad ni edad, para ellos hoy eres alguien más!
Poco a poco, mi ritmo descontrolado y el recorrido, van haciendo mella en mis piernas y cada vez me noto más cansado y pesado. Es en el km 10 cuando me doy cuenta de que hoy además de disfrutar como un niño, me va a tocar sufrir como un perro.
Y así fue, tras descargar en el pc los pasos por los km y mis ritmos, corrobore lo que imaginaba, me había calentado de lo lindo al principio y había corrido por impulsos, encima en una maratón con un recorrido exigente, es decir, que hice todo lo que no se debe de hacer, pero bueno, ahora no lo cambio por lo vivido y si me toca volver algún día, la afrontare de otra manera.
Después de un primer km lento, paso por el 10 en 49 min. El ambiente es espectacular, yo sigo eufórico y a tirones aprovechando las bajaditas para soltar y rodar algo más deprisa pero no soy muy consciente de que lo que estoy haciendo es cavar mi propia tumba. Estamos en el barrio de Queens y las calles están abarrotadas, grupos de rock, blus y corales religiosas animan el cotarro al paso de los miles de corredores que formamos una serpiente multicolor interminable.

Las zonas de avituallamiento son una alfombra verde formada por vasos de papel verdes, pero la eficacia de los voluntarios hace que pases por ellas sin atascos ni problemas de ningún tipo, en un plis plas la recogen y en un plis plas la volvemos a ensuciar.
Me emociono una y otra vez, choco mi mano con todo aquel que pide hacerlo (incluso la policía y bomberos te piden hacerlo), recuerdo el tener que retroceder en un par de ocasiones, para corregir mi choque fallido a un par de niños y devolverles esa sonrisa con la que esperan ese contacto con la tuya. Llore de alegría en varios momentos de la carrera, los sentimientos estaban en mi a flor de piel y estaba totalmente desaforado en ello.
Poco a poco llego la calma y mis piernas dijeron “ehhhh chato, ¿sabes que vamos a fuego?”, yo seguía por sensaciones y mirándome de vez en cuando las pulsaciones, pero no le estaba prestando ninguna atención al ritmo, al único que le preste fue al de la música en la calle levantando los brazos en más de una vez. Madreeeeeeee que ciudad!!!.

Llego el momento del primer “stop” y desde el paso por la media hasta llegar a mi reseteo en el 25 pasaron los primeros momentos de sufrimiento y augurio personal. Como un muñeco de madera, con las piernas como dos tablas y doloridas. Encorvado y con la espalda agarrotada por no encontrar ni la postura ni el ritmo adecuado y con la mirada perdida puesta en la grada pensando poder ver allí a mi familia y cargar las pilas. Momentos duros, así que cambie el chip de mi cabeza, volví a sacar la ilusión y el positivismo, me pare y anduve ese kilómetro para comer y beber bien. Me volví a emocionar conmigo mismo y tras diez minutos de respiro volví a sacar mi cámara china del bolsillo y me vine arriba de nuevo.
Volví a ser Yo, alegre, feliz, contento de estar allí y disfrutar de aquello que a muchos les gustaría estar haciendo. El sacrificio de los míos y mi amor por ellos sacaron lo mejor de mí en esos malos momentos. Ya estábamos en el 30, está hecho me digo y tras cruzar a Manhattan vivo una experiencia que todavía me da más alas.


Un padre empujando a su hijo en una silla, haciendo un gran sobre esfuerzo por hacer vivir a su hijo, aquello que nunca podrá hacer por sí solo, los pelos como escarpias, encima trasmite una alegría enorme y me anima gritando mi nombre con acento británico o de que yo sé dónde. Y Yo allí preocupado por mis dolores…vamos hombre!!!.
Me recuperé y volví a coincidir con ellos y les devolví los gritos de ánimo, fue un momento mágico del cual nunca me voy a olvidar. En ese transcurso banderas españolas colgaban de las vallas y ondeaban en el cielo, pero los mexicanos, se llevaban para mí, el premio a la mejor animación extranjera. Tanto por los dados a los suyos como para el resto en la gran manzana y a lo largo de todo el recorrido, se les oía a ellos por encima del resto. Yo tenía que levantar con gritos de ¡¡aúpa españoles!!  a los allí mezclados entre tantas culturas y nacionalidades allí presentes y ellos, claro está, me los devolvían muy gustosamente.

La serpiente multicolor se estiro y poco a poco éramos más los que a ratos y en los avituallamientos parábamos a andar. La gente por lo general, iba ya muy justa de fuerzas, aunque también los había que iban de menos a más y te pasaban como si nada (que listos).
Y así tras otros dos o tres kilómetros de sobre vivencia parando varias veces a estirar me presente casi en el 35 en Harlem viniéndome arriba de nuevo sabiendo que Central Park y con ello la línea de meta estaba a la vuelta de la esquina. Comencé de nuevo a adelantar a gente y fui animando a los mismos en un estado de éxtasis total, lo tenía, lo iba a conseguir y aunque en ningún momento pensé en abandonar, hubo ratos muy malos como ya os he contado.
La Quinta Avenida está a tope, confetis y manoplas, bocinas, tambores y un montón de banderas de distintos países dan un gran colorido y ambiente a la recta que pica para arriba nuevamente, esto es un sube y baja constante, giramos a la derecha y entramos en el parque. Ahora si el circuito esta vallado y tengo que parar de nuevo a estirar, estas dos millas se están haciendo largas, pero no queda ya nada, al igual que dentro de mi tampoco lo hay.
A duras penas puedo echar un pie tras el otro y mantenerme erguido pero la emoción y los sentimientos me hacen seguir haciéndolo. Salimos del parque para volver a entrar desde la quinta por la 59 si no recuerdo mal y allí exploto emocionalmente.
Paro, intento grabar mis sentimientos y me bloqueo, me falta el aire para hablar y me entran ganas de llorar, logro calmarme, paso de grabarlo y hablar más y tomo aire para arrancar de nuevo y entrar en el parque. Últimos metros y entramos en la recta de meta, estoy cardíaco, como un flan y me arrimo a la valla para tocar la bandera de mi país, me siento un privilegiado allí, me siento feliz, resoplo, miro al cielo y me acuerdo de todos, en especial de mi Padre, como en las ocasiones especiales y esta lo es, ya lo creo que lo es.



Alzo los brazos como si hubiera ganado la prueba, dibujo un corazón en forma de agradecimiento y amor hacia mi mujer e hijos que por allí estarán esperándome, le doy las gracias a la ciudad de NY y me acuerdo de mucha gente que sé que habrá estado pendiente de mí a miles de km de allí.
 De una manera especial me acuerdo de mi Madre, la cual seguramente estará pasando un día no muy bueno preocupada por mí y eso que Ella ha sido de las que más me ha impulsado a lograr este sueño, gracias Mama TQ.


Medalla al cuello, fotos y de camino a recoger abrigo para no quedarnos fríos. En este saboreo lo realizado y lloro de alegría en forma de agradecimiento, quien me lo iba a decir a mí.
Podría seguir escribiendo, pero por muchas líneas escritas jamás podría reflejaros lo sentido en ella. Me atrevo a decir que ha sido la mejor de las experiencias deportivas que he vivido, la más emotiva, en la que más miedos he superado y en la que más he sufrido y disfrutado conmigo mismo.

Los días del después en la ciudad fueron un continuo choque de miradas, saludos y enhorabuenas entre participantes y gente de la calle. La ciudad esa semana es maratón, la gente va a trabajar o de fiesta en traje chaqueta con la medalla al cuello, en los comercios te felicitan y en el aeropuerto de vuelta se sabe a parte de por su andar quien viene de correrla o no, por las caras de felicidad y prendas puestas, los más frikis siguen con la medalla al cuello puesta, ja ja ja.

Poco más que contar, experiencia inolvidable, tanto por el final como por el compartirla con mi familia, estos días para mí, han sido un regalo de la vida por la vida !!!.
Salud para todos y ojalá podáis realizar muchos de vuestros sueños, Yo seguiré peleando por ellos.

Gracias, gracias y gracias a todos, enamorado de NY y de su maratón.
                                     Se os quiere DSG.

Comentarios

  1. Encantador relato de una pasión vivida...! Parece mentira dónde nos llevan las emociones y nuestra mente. Siempre más allá de donde pensamos que está nuestro límite. Mi más gran GO

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